Fox resultó ser un niño de pecho comparado con López Obrador en hacer campaña electoral desde la Presidencia. Él, que se quejó amargamente del intervencionismo de Fox en 2006, él, que demandó se anularan los comicios de ese año por haber apoyado a Calderón, ahora se regodea criticando a la oposición y ensalzando a su partido. Para tal efecto, utiliza todo el poder de la Presidencia. Ayer, por ejemplo, se pasó más de media hora hablando pestes del frente opositor en su conferencia matutina, que está financiada con dinero de los contribuyentes. El Presidente, en un atril con el escudo nacional, comportándose como jefe de partido.
Es un hipócrita.
En 2006, AMLO le decía a Fox: “Cállate, chachalaca”. Y, es cierto, el Presidente no se callaba en contra del entonces perredista. Todavía no se realizaban las elecciones cuando el PRD ya anunciaba que demandaría a Fox por su activismo político. De perder, buscarían la nulidad abstracta de la elección.
Así lo hicieron después de los comicios. Para tal efecto, presentaron múltiples pruebas donde se escuchaba a Fox haciendo campaña. En ese entonces no había leyes que prohibieran la participación electoral de un Presidente. Sólo existían precedentes jurídicos de tres casos (Tabasco, Colima y Ciudad Juárez) donde se anularon los comicios por la probada intención de los gobernantes en turno de maniobrar a favor del candidato de su partido.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no anuló la elección del 2006, pero sí consideró que “las declaraciones analizadas del presidente de la República, Vicente Fox Quesada, se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios que se califican en esta determinación que, de no haberse debilitado su posible influencia con los diversos actos y circunstancias concurrentes examinados detenidamente, podrían haber representado un elemento mayor para considerarlas determinantes para en el resultado final, de haber concurrido otras irregularidades de importancia que quedaran acreditadas”.
Punto a favor de AMLO. Según los magistrados, Fox sí puso en riesgo la validez de aquella elección. El siguiente punto a favor de AMLO fue la reforma de 2007, donde se legisló la prohibición de los gobernantes a participar en campañas electorales.
Desde que yo tengo memoria, mucho antes del 2006, siempre he criticado las decisiones de los magistrados y luego las múltiples legislaciones que han prohibido que los políticos hagan política. Son ridículas e inaplicables. Ya parece que alguien le pueda callar la boca a un Presidente quien, obviamente, quiere que gane su candidato.
Yo he sido congruente en mi postura. El que hipócritamente ha cambiado de opinión es López Obrador.
En la oposición se quejaba constantemente del activismo de los Presidentes. Ahora, desde el poder, es el que más horas le ha dedicado a defender la permanencia de su partido y criticar a la oposición. Contraviniendo, desde luego, las estúpidas leyes que ellos mismos promovieron.
Sí, el Presidente es un hipócrita. Ahora, como jefe de la campaña de Morena, está violando la ley. Y me da un enorme gusto que se haya encontrado con una mujer dispuesta a desafiarlo abiertamente.
Me refiero a Xóchitl Gálvez.
Ayer, AMLO dijo que ella será la candidata presidencial de la oposición. (Qué perceptivo el mandatario al ver, como todos nosotros, que Xóchitl está creciendo como la espuma frente a los demás aspirantes del frente opositor). En su estrategia de polarizar la competencia electoral en una lucha del “pueblo bueno” (ellos) y las “élites malas” (la oposición), el Presidente aseguró que los malos de malolandia son los jefes que verdaderamente están poniendo a Gálvez a competir. No lo dijo así, pero la implicación es clara: Xóchitl es como su sirvienta.
Rápidamente, la senadora le contestó brillantemente. Tildó a AMLO de machista. El típico varón que cree que el éxito de una mujer se debe a uno o más hombres. Y aseguró que ella se ha enfrentado a un montón de estos machos en su carrera profesional y no le da miedo hacerlo ahora con el Presidente.
Valiente y elocuente, Xóchitl se plantó frente a AMLO y metió el primer gol. Le propinó un duro golpe nada menos que al genio comunicativo de Palacio Nacional.
Así se resuelve, me parece, el tema de la intervención de un gobernante en un proceso electoral: contestándole. El que se lleva, se aguanta. Como les decía Pelé a sus contrincantes: “Tú pegas, yo pego”. Todo, desde luego, en el ámbito de la retórica.
Ayer, Xóchitl no sólo le hizo una faena magistral a AMLO, sino que nos enseñó que la respuesta al activismo político de un Presidente no se resuelve prohibiéndola, sino entrándole con todo al toro.